¿Dispuesto a vivir?

Vivir significa enfrentarse a la vida. Reir, discutir, sentir. Enfadarse y alegrarse. Opinar. Aceptar y rechazar. Vivir comprende un término base: luchar. Desear no morir. Querer seguir adelante siempre. Vivir significa querer vivir bien. No dejar que el tiempo pase y morir deprimido. Intentemos hacer que nuestra vida sea mejor. Hablemos... No sé, ¿de vivir?

martes, 17 de marzo de 2015

La excusa perfecta



Me he vuelto a perder. Resulta curioso cómo sin darte cuenta vuelves a caer en lo mismo una y otra vez. Es como si tuviera esa habilidad innata para encontrar la piedra con la que tropezarme, llevármela a casa y colocarla en en el suelo, junto a la alfombrilla de entrada de la puerta principal, dejándola expectante de encontrarse conmigo de nuevo.

Y me ha encontrado, otra vez. La parte positiva de esto es que no ha hecho falta ningún hundimiento ni ningún momento de catarsis personal dramática para darme cuenta de ello. He mirado la piedra, ella me ha devuelto el gesto con sorna y yo he decidido tirarme corriendo a ella. Es lo que me hace humano, lo que me recuerda que estoy vivo para cagarla una y otra vez de forma estrepitosa, resulta casi hermoso, casi.

La gente cambia, normalmente se dan cuenta de las cosas que fallan a su alrededor y las arreglan, yo también cambio, pero para meter más la pata. No estoy orgulloso de ello pero me he dado cuenta de que si realmente me molestara hubiera modificado esa actitud de mí y no me apetece, quizás sea orgullo, demasiado amor propio o simplemente se trata de querer mantener mi esencia, algo solo mío. Yo soy yo con todas mis consecuencias y creo ciegamente en que lo que más me conforma no son tanto mis virtudes sino mis defectos.

Es por ello que he decidido irme de ruta, he recogido todas las piedras del camino que me gustan o en las que veo algo curioso, he recogido las buenas, las malas, especialmente esas que más me irritan, y las he dejado en la puerta. Ahora están ahí, esperando todas juntas, relacionándose entre ellas y creando algo fuera de lo común, algo solo mío. Mañana tocará cruzar el alfeizar y ver sobre que piedra tropiezo, que nueva catástrofe acontecerá. Podría parecer casi un suicidio, pero es uno emocionante. Saber todos los sitios en los que puedes meter la pata o salir beneficiado y haber tenido el valor de llevártelos a casa es digno de mención, demuestra que una hostia a tiempo hubiera arreglado mucho, pero supongo que ya es tarde. Se siente.

Puede que esta actitud repentina no sea sana ni racional, pero a quién le importa, total, soy humano, tengo la excusa perfecta.

martes, 11 de noviembre de 2014

De mensajes que quedaron sin enviar. Capítulo uno.



Buenas, soy yo. Vale, es un poco absurdo que diga que soy yo cuando en el remitente aparece mi nombre, pero bueno, me parecía mal no hacer referencia a que yo soy yo al inicio de un mensaje. Sí, empiezo bien. Muy en mi estilo de empezar a darle vueltas a las cosas para no llegar a ningún sitio.

Te quiero.

Sorpresa. Eso ha sido más directo. Aunque supongo que te lo esperabas. Tenía pensado decírtelo cara a cara, pero por mucho que lo intento no puedo. No cuando sé que dos palabras tan simples van a hacer que todo cambie de forma tan radical.

Olvídate un segundo de lo que te acabo de decir y presta atención a lo siguiente: Gracias. No es un gracias de mierda, de las que respondes sin querer a un camarero cuando te pone un café con la leche demasiado caliente para tu propio bien. No. Es un gracias de verdad, de esos que se dicen con la mano en el corazón y con gesto serio. Quiero darte las gracias por aparecer en mi vida, por la inesperada sorpresa que has sido. No soy de perder la esperanza, pero con el tiempo aprendes a conformarte con lo mediocre, a no esperar nada más, a aceptar el mal menor y, para mí, la soledad había sido justamente eso. Hasta que apareciste tú. Has convertido mi vida en un lugar mejor, en un sitio más tranquilo, en algo más feliz, inesperado. La forma en que lo hiciste fue fácil, simplemente supiste como estar ahí. Pasaste de ser un completo desconocido a ser una parte permanente de mi vida, a enseñarme lugares que jamás habría descubierto, a conocer puntos de vista que nunca nadie me había dado, a discutir por tonterías que nunca habría imaginado. Gracias. Gracias por recordarme lo que es apreciar a alguien, lo que es que una persona te importe hasta el límite de tener la necesidad de ser mejor, de quererme más para que tú pudieras verme y, durnante un momento, ser el culpable de hacerte sonreír. Suena absurdo, porque parece un esfuerzo, pero no lo es, contigo las cosas no cuestan, es lo bueno. Todo sale solo.

Volviendo al inicio. Te quiero. Créeme cuando te digo que he luchado contra viento y marea para que esto no sucediera, para no terminar enamorándome de ti. No he podido evitarlo. Lo siento, te quiero. Me importas y, aunque sé que te importo, no me quieres. No pasa nada. Yo a ti sí y, tristemente, me tengo que despedir. Odio las despedidas, es por eso que no te he dicho lo que siento, dolía demasiado pensar que, tras algo tan bonito como un te quiero, hubiera escondido expectante algo tan terrorífico como un adiós.

Es lo que tiene el saber que algo va a doler. Huyes. Sales corriendo sin mirar atrás y, si te arrepientes, no tienes nada que hacer. Cuando corres de algo tan rápido como yo lo hago, cuando te giras a mirar lo que dejas atrás, ya no encuentras nada. Quiero que seas feliz, que te enamores de alguien tanto que duela. Quiero que encuentres lo que tú me has dado a mí, y que sonrías con ello como lo hago yo. Pero perdóname, no quiero ser testigo de algo así. Ver que alguien se convierte en algo tan especial como tú lo eres para mí y, al mismo tiempo, ver como la vida que me has ofrecido me es arrebatada de las manos poco a poco por alguien a quien ni conoceré, es algo que no puedo soportar y, aunque duela, tengo que hacerlo pese a que, cuando me arrepienta, y me voy a arrepentir, será tarde para mirar atrás.

Pero no me gusta decir adiós.
Por eso, simplemente, diré hasta siempre.


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viernes, 11 de julio de 2014

Vivir me pone cachondo





Estoy inmerso una época de cambios. La mayoría de ello son finales que, en principio, no llevan a ningún sitio. En la lista de esos finales de aquello que podemos encontrar en la vida están: algunos amigos, algunas personas importantes y, más allá, cosas algo más materiales, como el terminar la carrera y conseguir un título.

Ahora mismo estoy en el limbo. Ese lugar en el que simplemente te detienes un instante. Esperas a ver que viene, intentas encauzarlo de la manera más adecuada y, cuando algo se escapa de tus manos, decides. La elección es ardua y complicada, puesto que todas nuestras acciones conllevan algún tipo de reacción. No a un nivel igual y equivalente como sucede en la ciencia, sino a un nivel más humano.  ¿Qué pasa si ignoro a esta persona? ¿Y si decido pasarme el día regalándole sonrisas a esta otra? Las elecciones son diversas y, aunque sean así de sucintas, todas tienen una cosa en común. Nos afectan. Afectan a nuestra vida y a la forma en la que avanza.

Los que me conocen saben que soy un maldito esperanzado que disfruta pegándose y follándose a la vida en ambos niveles. Quizás no sea lo más adecuado pero, tras una adolescencia bastante oscura y solitaria, creo que es el retazo de aquello que una vez no tuve. Me he pasado varios años inmerso en la lujuria de vivir, de sonreír, de ser feliz. Años en los que cada hostia era mayor que la anterior y que, pese a los malos momentos, no impedían que siguiera viviendo. Años que han conformado lo que soy hoy en día y lo que puedo esperar de los demás. Lo de ser simple no fue nunca algo que me definiera.

Pero ahora estoy en el limbo. Tengo la opción de, a partir de este momento, decidir hacia dónde quiero reconducir mi vida. Siendo consciente de que  por mis estudios mi mente pueda ser calificada de "artista con bases científicas", no es un lugar muy alentador del que partir en este momento. Tengo que ir más allá y encontrar el sentido de mi vida y, por mucho que me cueste admitirlo, cada día estoy más cerca de él

Estoy aquí para vivir, para vivir mi vida a mi curiosa manera. Como pasa por ejemplo cuando conoces a alguien, intentas gustarle, que funcione, que al final falle… No importa. No se trata de buscar un final de historia de amor, me encanta vivir ese desarrollo de la historia hasta el punto en el que llega el final y, si descubres que aquello que querías no es lo que esperabas, sufres. Sufres y lloras como nunca antes, pues cuanto más vives más aprendes a sufrir. Son términos que van ligados. Peo siempre con esperanza. Con el conocimiento de que son épocas, rachas, momentos. Las cosas pueden salir mal pero, al mismo tiempo, puede que lleguen a salir bien. A veces peco de entregarme a todo en exceso, pero es mi forma de ser y no puedo cambiar un rasgo así. Lo que sí he aprendido con ello es a que las consecuencias no me sorprendan tanto, y, con el tiempo, el dolor no pase de ser una ligera picazón.

No soy de los que luchan para perder, no. Yo lucho para ganar, para conseguir el gran premio final. Cada fallo, cada error, simplemente me da más coraje para seguir intentando lograr mis sueños. Ya sea trabajar en televisión, o triunfar en la literatura, incluso conocer a alguien a quien llegue tanto a importar, que te quiera como eres, con todo lo bueno, y todo lo malo, y no decida olvidarse de ti a los dos días sin darte la oportunidad de darle su regalo. Que dos personas permitan conocerse no deja de ser un intercambio de regalos mayor que cualquier Navidad o cumpleaños. No descarto conocer a alguien que no le importe quién sea en tanto que con él sea yo mismo. De igual forma no descarto encontrar a alguien en el que mi mera presencia le ayude a ser aquello que quiere ser. De momento todo por lo que he pasado no me ha acercado a ese punto, pero me ha enseñado lecciones que, en el futuro, sirvan de ayuda. Como una de las últimas frases que descubrí escribiendo y que más me hace sonreír al repetirla: “El amor no aparece de la nada, se crea. Una chispa puede ser el aliciente, pero hace falta que dos personas soplen en la misma dirección para que las llamas ardan.”

Voy a pagar el precio del sufrimiento, voy a llorar las pérdidas del camino, pero voy a seguir adelante. Hasta el día en que mi cuerpo se encuentre bajo tierra, las palabras "Nunca pierdas la esperanza" seguirán tatuadas y atadas a mí, recordándome quien soy y lo que nunca se me debe olvidar. Puedo ser todo lo que quiera siempre que se me permita: Desde un amigo,  un colega, un confidente, hasta incluso un amante. Todo eso en el cuerpo de un ser humano como el mío, con tanas opciones de abrazarlo y repudiarlo. Con tanta facilidad de ser querido y ser odiado. Con todas las cosas buenas y malas. Un simple ser humano que se ha aceptado y ha aceptado su gran verdad: Vivir me pone cachondo.

sábado, 21 de junio de 2014

Equilibrio



Nunca sabes lo que la vida te depara, a veces estás arriba, a veces estás abajo. Independientemente de dónde te encuentres lo que se supone que debes hacer es seguir ahí, sin importar las vueltas que puedan dar las cosas.

Poco a poco me he encontrado de nuevo y, mientras eso sucedía, todo ha vuelto a cambiar. De tener un trabajo a estar en el paro, de mantener mi cabeza en los estudios a no tener que estudiar. Todo en la vida cambia, el truco es aprender a lidiar con esos cambios y mantener tu esencia. Pese a todo, al final del día estamos solos y, es por ello, que lo mejor que podemos hacer es encontrar ese sitio en el que estar bien con nosotros mismos.

He encontrado el equilibrio. Creo que realmente se trata más bien de una posición de aceptación. Según se mire puede que de la imagen de que estoy pasando de todo pero, creedme, no es así. Tengo mil preocupaciones, y mil y un sueños que perseguir. He asumido que la vida es como es y, aunque luches, hay cosas que no cambian. Esto, al contrario de lo que pueda parecer, no implica que debas dejar que todo pase sin más, al contrario, se trata de luchar, de estar ahí día a día y de perseguir aquello que quieres pero, cuando algo no puedas alcanzar, tómate un respiro, analiza que estás haciendo mal, y ve a por ello con más ganas.

Normalmente cuando alguien me preguntaba qué tal estaba me limitaba a decir "estoy", como si eso fuera suficiente. No sé qué me ha pasado pero he llegado a algo más, estoy, pero no estoy mal. Quizás eso me acerque al estar bien, pero es algo que aún no sé y tengo que descubrir. El caso es que estoy realmente a gusto con cómo están las cosas. Podría indignarme, cabrearme o pasarlo mal, pero no puedo, me he cansado y mi cabeza no da para más. Las acepto y, sin agachar la cabeza, sigo hacia adelante. En algunos momentos se me va de las manos, por eso de que creo que, cuando siento como si alguien fuera a hacerme daño, tan solo me aseguro de hacerme daño yo primero y, de esa forma, el culpable soy yo, no otros. Es más fácil lidiar con lo que hacemos que con lo que nos hacen. Quizás no sea lo más sano pero, a día de hoy, es lo que mejor me funciona.

La vida es corta, debemos aprender a disfrutar de ella y a soportarla, aunque a veces cueste. Una sonrisa falsa es mejor que una cara triste y, si no puedes sonreír para ti, bueno, sonríe para los demás. Lo agradecerán.

martes, 22 de abril de 2014

Sin arrepentimientos



Un día te miras al espejo y, de repente, ya no estás. La persona que creías que eras y que tanto habías luchado por construir no existe. ¿La culpa? Tuya, tuya y de nadie más.

A lo largo de la vida vamos a conocer a un montón de personas, algunas nos marcarán más, otras lo harán menos. El nexo común entre ellas vas a ser tú, nadie más. Hay veces que conocerás a gente que te cambiará pero, si algo he aprendido tras mis años de perderme y volver a encontrarme es que, al final, nuestra esencia permanente. Hay cosas que te hacen ser tú de forma específica. No se trata de rasgos físicos, no, es algo más profundo. Una especie de huella psicológica que nos hace ser quien somos y que permite que los demás nos entiendan y nos aprecien.

No sé qué ha sucedido, o no quiero decirlo en alto. No sé qué ha pasado para que yo deje de ser yo, mi esencia se haya perdido y me haya convertido en esta versión de mí que, si no me da miedo, se acerca mucho a ello. Creo que es culpa de haberme entregado. Creo en el amor firmemente, igual que creo que el acabar con alguien para toda tu vida no sólo es factible, sino que es una de las mejores experiencias. Poder conocer a alguien que te conozca casi más que tú a ti mismo y que te entienda es excepcional. ¿El problema? Que no esperaba encontrarlo y, cuando pensé que lo había hecho, me regalé.

Como si nada, me puse un lazo y me entregué. Yo, que me he pasado más horas de mí vida yendo entre una cama y otra que estudiando. Yo, el mismo que tiene la firme teoría de que nacemos solos, morimos solos y lo que debemos hacer es pasar el tiempo entre un suceso y otro con alguien que merezca la pena. Yo, ese mismo gilipollas que no aprende que las cosas pueden salir mal y, cuando alguien se propone hacerte daño, lo hace a lo grande.

En mi puta vida, y uso la palabra puta de forma excepcional (normalmente aquí intento hablar bien), repito, en mi puta vida me habían dado tantas hostias y me había arrastrado tanto por alguien que al final solo demostró no quererme a su lado. No ha sido hasta que me he mirado en el espejo y me he dado cuenta de que me he perdido que soy consciente de que tengo que parar. Ya no por mí, mi deje masoquista hace que aguante todo perfectamente, sino por mi entorno. Cuando alguien te mira y te dice que no te reconoce, algo va mal. Muy, muy mal.

No podemos obligar a nadie a estar en nuestra vida. Si alguien se marcha es su decisión, no la nuestra y si tenemos que volver a conocernos una vez se han marchado, bueno, de todo se aprende. La gracia está en que llegará un día en el que conocerás a alguien que no hará que te pierdas a ti mismo y que te querrá tal y como eres. Será entonces y sólo entonces, cuando no te habrás perdido. Será como volver a encontrarte con un amigo al que siempre extrañaste. Haz las cosas que te gustan, vive tu vida y si con suerte puedes compartir alguna de ellas con esa persona, hazlo.


Me miro en el espejo y no me reconozco, pero me sonrío. Sé que todo volverá a estar bien. No necesito a nadie a mi lado que me recuerde cómo ser feliz, yo mismo sé cómo serlo. No voy a cerrarme a pasar mi vida con alguien pero no voy a regalarme, ya no, me quiero demasiado como para ser un mono de feria de la vida. Si de algo se aprende es de las hostias y, creedme, de esta he salido bastante escaldado.  Lo bueno es que el destino sigue ahí y, lo que me tenga preparado, bienvenido será. 

domingo, 9 de febrero de 2014

No permitas echarte de menos




La vida cambia, las cosas a veces van a mejor y otras, por suerte o desgracia, van a peor. En ocasiones es una suerte que las cosas vayan mal, te ayuda a que puedas descubrir la verdad, a ver qué es lo que hay mal en ti y en tu entorno. No quiere decir que haya algo que no pueda arreglarse, sino que se trata de poder observar con atención que has dejado de lado o a que has pasado a prestarle una menor atención de ti y, a partir de ahí, intentar remediarlo. Muchas veces nos esforzamos por conseguir cosas absurdas que no necesitamos y malgastar energías en ello nos puede resultar en unos dolores de cabeza que no nos merecemos.

Al final del día estamos solos. Partiendo de esta regla creo que lo adecuado es que hagamos que nuestra vida gire en el hecho de sentirnos bien, de ser un poquito más felices. No se trata de tirarse a los brazos de doscientas personas que no conocemos para llenar ese vacío, no, se trata de que nos encontremos, nos conozcamos y, cuando llegue la noche, podamos sonreír. Porque nos tenemos a nosotros y hemos sido fieles a los principios que hemos construido, como muy pocas personas pueden lograr. Quizás conseguir esto sea complicado, de hecho es una tarea muy difícil pero, como tal, no es imposible.

Conócete, alégrate de ser quien eres, se feliz mostrándote a los demás como quieres y, ante todo, aleja de ti todo lo negativo. A lo largo de tu vida habrá personas que por su carácter harán que tus energías, tu salud física e incluso tu estabilidad mental se tambaleen. No las tengas cerca, aléjalas. Mira a tu alrededor y busca a todas aquellas personas que te hagan feliz, que con solo una frase te hagan sonreír. Quizás sean pocas, pero esas son las que tienes que valorar y luchar por mantener.

Cuando estés solo, no pienses en lo malo, no pienses en los problemas ni en aquellas personas que, sea a propósito o no, te hagan daño. No. Piensa en las cosas buenas, en aquellas personas que te hacen la vida más llevadera. Quédate con lo que te dan y asegúrate de devolvérselo con creces. Pues la vida pasa e irremediablemente tenemos que basarnos en los pequeños detalles para seguir adelante.

La vida es complicada, si fuera fácil al salir a la calle todos sonreirían y, si miras a la gente de tu alrededor, esas personas son la excepción. Así que, ¿Por qué no intentar sonreír? Aprende a quererte y, al final del día, cuando estés solo, sonríete. No permitas echarte de menos.

miércoles, 26 de junio de 2013

Del calor, el amor y la primitiva





Con el verano llega el buen tiempo, los cuerpos ligeritos de ropa, las tardes con amigos, la desidia entre las sábanas y ante todo, los amores de verano. Espera, no, eso último no. Cambiad amores de verano por primitiva. Exacto. La primitiva es lo que me va a salvar de terminar llevando a cabo mi plan de comprarme un gato al que llamar Fernando y así, cuando vaya a morir, Fernando VII pueda heredar todos mis bienes. Por qué señores, por fin y, después de tanto tiempo, juego a la lotería. Ya no me sentiré idiota al decir que me va a tocar cuando ni participo, ahora solo me sentiré subnormal por pensar que me va a tocar por el mero hecho de jugar, pero oye, es un paso, la tontería no se cura en un día.

Dicen que afortunado en el juego, desafortunado en el amor. Así que he decidido darle la vuelta, desafortunado en el amor, afortunado en el juego. Quizás en esto tenga un problema, especialmente con aquellas personas con la que por amor entienden sexo casual con atractivos desconocidos. En ese caso, bueno, sí, también soy afortunado. Pero realmente eso no es amor, es sexo. No niego que está genial y que incluso en algunos momentos puedas llegar a entablar pequeñas relaciones de amistad con ciertos sujetos (pequeñas, puesto que seamos sinceros, a día de hoy nadie ha vuelto a conseguir que me interese lo suficiente por él como para realmente pararme a escuchar atentamente la historia de su existencia, especialmente después de que el depósito se vacíe. Nota: Si queréis crear interés en alguien hacedlo antes de llegar a las sábanas, que hay que deciros todo, coño, que es una relación, no una receta para cocinar cupcakes). El caso es que como es a mí a quien me va a tocar la primitiva, he decidido entender el amor como una relación de pareja, algo que no tengo, culpad al hecho de que me niegue a conformarme, y por lo tanto, hace factible la frase hecha inicial.

En todo esto tengo un problema añadido, en un par de semanas es probable que empiece a trabajar en una productora, por lo que igual eso es mi primitiva. Siendo sincero no me quejaré, permitirá que vuelva a Madrid antes y me alejara del suicidio cerebral. Todos los veranos me hundo, no soporto el no hacer nada durante tanto tiempo, necesito centrar mi mente en algo y el verano es demasiado largo, especialmente cuando he aprobado todas y no tengo esa vocecita que los dos últimos veranos me acompañaba a todos los lados: “El año que viene a repetir y, además, a pagar el doble por la asignatura, pero oye, la parte de pagar no la pienses demasiado, no vaya a ser que entonces tengas que decírselo a tus queridos padres benefactores, tu madre empiece a dar la tabarra con la beca y tu padre te mire con esa cara tan de pocos amigos que tiene guardada para ti en esos precisos momentos.”

El caso es que este verano posiblemente sea diferente o, al menos, así se presenta en inicio. Podré quejarme del calor de Madrid tanto como quiera, no me cierro a encontrar el amor o, al menos, a alguien que me haga querer darme de hostias en el estómago por sentir esas mariposas tan frustrantes y, si no, no pasa nada, me va a tocar la primitiva.