Te sientes solo. No es malo, no es un error, todo el mundo se
siente solo antes o después. Intentas arreglarlo, remediarlo, conseguir esa
compañía que necesitas para sentir que si quisieras no estarías solo. Esa
necesidad de reconocimiento, descubrir que, sí quieres, alguien puede quererte,
aun que solo sea durante unas horas.
Es efímero y lo sabes. Vas a seguir solo sin importar las
consecuencias. Habláis, sin necesitarlo, es una mera formalidad, algo que te
recuerda que eres humano, que no son solo tus instintos. Te mientes. La
conversación no importa, es banal, no trata de nada y trata de todo, no te
importa, la persona que tienes al lado es lo de menos.
Lo sientes. Sientes como tu carisma no se viene abajo, eres
consciente de que tu ego sigue intacto, esa necesidad de aceptación queda
cubierta. No estás solo. Solo dura unos minutos, unos instantes efímeros, pero
se mantiene. Sabes que no estás solo, no ahí tumbado, no perdido entre las
sábanas.
A veces te sientes culpable. Con el tiempo... Dejas de
hacerlo, lo aprendes, te has entrenado para ello y ya no duele. Es una necesidad
animal, algunos dicen que solo se trata de sexo. Mentira. Se trata de sentirte
deseado, de sentirte falsamente querido, es una necesidad a cubrir. No importa
la gente que haya a tu alrededor, tu cuerpo y, más importante, tu mente lo
requieren.
Pasan los días. Vuelves a sentirte solo. La historia se
repite, decides no hacerlo, aceptarlo, afrontar la situación, asumir que
realmente es temporal. Te lo repites. Estás solo, es tu elección. No importa,
recaes. Necesitas sentirlo, quieres sentirlo, lo deseas. De nuevo palabras
vacías y ese sentimiento que te recuerda quién eres, lo que realmente buscas.
El tiempo pasa y lo aceptas. Te das cuenta de tu error. Sí,
estás solo y, en efecto, tú lo has decidido, pero esta vez es diferente. No te
importa, sabes que estás solo porque quieres, siempre lo has estado, pero ahora
lo sabes con certeza absoluta. Te rindes. Tus deseos no te ganan. Ésta vez no
habrá conversaciones vacías, nada de deseo desenfrenado en los brazos de algún
desconocido. No lo necesitas. Te tienes a ti.