Llega el verano y, con él, la misma historia repetitiva de
siempre. Cada vez que llegan estas fechas todo el mundo se alegra, verano,
piscina, amigos. Para no cambiar esa situación yo empiezo a sentir lo mismo que
siento cada vez que me toca dejar Madrid, una soledad abrumadora. Lo más
gracioso de todo es que ni siquiera me he marchado todavía y ya veo como su
sombra empieza a agarrarme.
Ya se sabe que en la vida todo va por etapas, en algunos
momentos hay etapas buenas y en otras ocasiones hay etapas malas. En teoría y
según como pasa el tiempo ahora debería venir una etapa buena, por todo eso de
que llevaba meses pasándolo mal, pero creo que es mejor si dejo de engañarme a
mí mismo. Este verano no va a ser una etapa buena.
Cada día que pasa cada persona de mi entorno va ocupando su
lugar. Normalmente esto no me importaría si afianzasen su lugar cerca de mí,
pero no, eso sería demasiado gratificante y el karma, ese gran amigo mío que ha
decidido convertirse en un desgraciado no puede permitir algo así, no ahora, no
en este momento.
No es que me sienta mal por estar en esta situación, al
contrario, creo que por primera vez en mi vida la estoy aceptando con una
determinación que llega incluso a asustarme.
Querido karma, no se si realmente he hecho cosas tan
jodidamente malas que me merezco ahora estar como estoy. Ojala pudieras pasarme
tu libreta de acciones para saber en qué me he equivocado. Sin embargo no pasa
nada, estoy aprendiendo a asumir todo, no deja de resultar doloroso en cierto
punto y en cierta parte me estoy acostumbrando al dolor y, cada vez que sucede
algo nuevo, simplemente me resigno, lo asumo y espero a que venga una hostia
mayor.
Todo el mundo avanza, en algún momento me tocará a avanzar a
mí, o eso espero, ya se sabe, nunca se pierde la esperanza.